Banquetes y comuniones: nuevas perspectivas


Hoy, o más bien ayer (por) fin te vi. Saliste a pasearte. Tus desechos flotaban y llamaban a la calle, y el ángel del hogar no quiso quedarse en casa. La ciudad de Barcelona se abre a uno nuevo: Infarto. Será interrupción, intervención crítica, disrupt, (lo) llamarán deconstrucción porque es que no se para de volver(se) y revolverse en lo mismo, (lo de siempre) y claro que debe ser así, lo llaman acto y acto de los vándalos. ¡Oh, que vienen los bárbaros! Sí, habrán colgado carteles, nos han empapelado y muchos de ellos (se) hacen llamar. Son los que se hacen llamar los siguientes. Y como que uno vuelve, vuelve y la ropa lavada (junto al mantener la cara) está en la maleta. La maleta presta. Apenas (si) el desodorante y a tientas me lo miro a la cara. Dale una vuelta a eso. Voltea, voltaje. Una acción o aleación que se desnuda en su alarma, su alarma o sirena a esa sirena genérica, degenerada en un lenguaje. Las trizas se hacen de trizas (ni de vientre) y todos derrapamos en la misma. Cuánto abyecto. Ella una protagonista, el toque lo es y se queda, el toque es la prueba. La voz radiofónica junto a ése (el toque) no me cansa ni te hace aguas, tampoco es una conquista, ni siquiera la playa. Si algún marido ha leído este libro que me tenga, en Cuenca. Resulta que el nuevo encuentro de Infarto no tendrá lugar, la guerra no tendrá, lo será... el sábado día dos de abril en la calle Espronceda número ciento cincuenta y seis. La ciudad condal espera, acelera. Por mi parte mi nueva, una nueva entrega, una acción se diría, una performance, un clavel: «Si algún marido ha leído por casualidad este libro»