Nadie (...) sabiendo, bien es sabido, y de hecho al niño inseminado cantaron. Las fronteras de los espacios me las he
encontrado (¿y tú?) así, ya estaban así cuando llegué. Lo he visto por la tele: sólo (hay) publicidad. En fin, que si has creado o pretendes crear un sustituto, lo imagino así (de) neutro...
¿Un superhéroe lavadora? Al menos, un fotograma de la película Billy Elliot (2000)
¿Un superhéroe lavadora? Al menos, un fotograma de la película Billy Elliot (2000)
Vainica Doble, Yo le imagino (Taquicardia, 1984)
Yo le imagino llegando a
nuestra casa,
saluda al buen vecino
que cuida su jardín y de un salto felino el seto traspasa
y en plan clandestino, me busca, me asusta, me abraza por fin.
saluda al buen vecino
que cuida su jardín y de un salto felino el seto traspasa
y en plan clandestino, me busca, me asusta, me abraza por fin.
Pierdo el resuello ante su
amor salvaje,
me cuelgo de su cuello
y mil besos de miel me abrasan y subyugan,
sus manos arrugan mi traje de gasa, las mías dejan huellas de grasa en su piel.
me cuelgo de su cuello
y mil besos de miel me abrasan y subyugan,
sus manos arrugan mi traje de gasa, las mías dejan huellas de grasa en su piel.
Se me olvidó el pastel, me
ocurre cada vez
siempre que vuelve a casa
me ha de sorprender, las manos en la masa del maldito pastel
de hojaldre y de pasas que nunca sale bien.
siempre que vuelve a casa
me ha de sorprender, las manos en la masa del maldito pastel
de hojaldre y de pasas que nunca sale bien.
Llegando hasta aquí no puedo
ya más que reír
ante esta situación,
renuncio a proseguir con mi elucubración,
nos veo a él y a mí en un anuncio de televisión.
ante esta situación,
renuncio a proseguir con mi elucubración,
nos veo a él y a mí en un anuncio de televisión.
Yo le presumo sentado en la
butaca
entre espirales de humo,
se ha despojado ya de su traje de alpaca y luce agresivo
batín de judoka, sonrisa Profidén en la boca…
entre espirales de humo,
se ha despojado ya de su traje de alpaca y luce agresivo
batín de judoka, sonrisa Profidén en la boca…
…los pies de ejecutivo
revisten calcetín.
La
letra es tan sólo (no puede más) extracto, en fin, se diría que retrata (es fiel a ello) una escena repetida,
expelida, una situación de tan manida cómica: el descanso del guerrero. No
vuelvo aquí con mis obsesiones acerca del reposo, que desde luego se acaban
reposando y -no quiero- acantonando. Pero no deja de seducirme, y más cuanto más el trabajo. Las jornadas laborales son, lo son, luego,
los desquites momentáneos. Llevarse el trabajo a la almohada y de momentos hablamos pues. La espera que siempre pertenece al orden simbólico de lo horizontal, lo orgánico y lo regular en el planteamiento de Pierre Bourdieu en La dominación masculina (1998), y cómo no, la mujer termina como sostén, insostenible ante las apariciones (de Él). Las llaman la loca del ático.
«Dios está en la cocina y hoy es mi santo, mi hermana Lola al horno lo está (a)dorando, mi hermana Lola siempre está en la cocina con Dios a solas» cantaba el conjunto musical Jarcha en La copla que está en mi boca, ¡ay! ese siempre a punto... Así, esperando cual Sleeping Beauty a, esperando a... qué bien se nos retrata (nuevamente) en la performance «Waiting» de Faith Wilding en Womanhouse (1974), proyecto que según Imogen Racz (Art and the home, 2014) «alterando una casa existente y mostrando el trabajo dentro de la misma, (...) conscientemente estaba operando fuera de los espacios para el arte elevado aceptados institucionalmente y presentando el espacio femenino de la casa como un lugar legítimo para la creación y la exposición». ¡Y Lola con Dios a solas! Desde la ironía Vainica Doble indujeron al recuento ceremonial que en el genial libro del anónimo Ángel del Hogar (sospechoso equipo formado por un cura, un médico, un moralista y un psicólogo) fue ex-puesto:
«Dios está en la cocina y hoy es mi santo, mi hermana Lola al horno lo está (a)dorando, mi hermana Lola siempre está en la cocina con Dios a solas» cantaba el conjunto musical Jarcha en La copla que está en mi boca, ¡ay! ese siempre a punto... Así, esperando cual Sleeping Beauty a, esperando a... qué bien se nos retrata (nuevamente) en la performance «Waiting» de Faith Wilding en Womanhouse (1974), proyecto que según Imogen Racz (Art and the home, 2014) «alterando una casa existente y mostrando el trabajo dentro de la misma, (...) conscientemente estaba operando fuera de los espacios para el arte elevado aceptados institucionalmente y presentando el espacio femenino de la casa como un lugar legítimo para la creación y la exposición». ¡Y Lola con Dios a solas! Desde la ironía Vainica Doble indujeron al recuento ceremonial que en el genial libro del anónimo Ángel del Hogar (sospechoso equipo formado por un cura, un médico, un moralista y un psicólogo) fue ex-puesto:
Una mano femenina hábil puede
transformar admirablemente un cuarto, poner orden, alegría, gozo, sol. A una
casa tan risueña, tan simpática, el marido vuelve a gusto. Es ésta una de las
razones por las que tanto importa que la esposa no trabaje fuera; de lo
contrario, como la mujer vuelve, poco más o menos, a las mismas horas que su
marido, el alojamiento se encuentra frío y en desorden, con la precipitación
las comidas resultan poco cuidadas, la señora tiene prisa, está nerviosa y…
naturalmente, muy pronto, el señor se acostumbra a buscar en otra parte calor,
comodidad y distracción (Ángel del Hogar, La
intimidad conyugal. El libro de la esposa, Ediciones Descée de Brouwer,
1946, p. 81)
«Una
mano femenina hábil» no mancha el traje de su marido con la grasa del «pastel
de hojaldre y de pasas», pese a la buena voluntad del entregarse a su
arrobamiento. Los tiempos en la cocina así se hacen espacio, manchan y conforman cuerpos en
hábitos que se van repitiendo para crear tanto para él como para ella, identidades de las de traje: «sonrisa
Profidén» o el «batín de judoka», al fin y al cabo guiños a la sociedad de
masas. No olvidamos que los luce agresivo, así que entendemos que ha sido una larga jornada, no siempre se salta un seto. La historia, junto a un piano y un sinte ambos suaves a la par que tensos, va
evolucionando hasta ese punto de la mancha en el que el despliegue instrumental
(la percursión hasta entonces vedada) eclosiona para dejarnos luego con algunos coqueteos con el
jazz, en una «elucubración» ciertamente somnífera, de un sueño y de un sueño
hecho imaginario, estereotipo, clasicazo.
Sería gracioso verle saltar el seto para sorprenderte por la puerta de atrás. Eso sí, ha de mantener la cara ante el vecino: «un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer» (el western Three violent people, Rudolph Maté, 1956). Es probable que Vainica Doble estuvieran (y de hecho lo estaban) abocadas dada una época y unos ademanes burgueses (a los que pertenecían con reservas), a este tipo de historias que han ido como dardos lanzando a través de canciones. O mejor, escamoteos de canciones. Nadie apunta a nadie. Recuerdo entonces sus entrevistas en las que hablaban de «pop de mesa camilla», ese pavor a salir en televisión y su constante despedida de disquera en disquera: unas inquietas, sus verdades no tenían hogar. Y la domesticidad es en efecto una invención de la burguesía, la mujer blanca quien se re-apropió: «Si la domesticidad fue, como ha sugerido John Lukacs, uno de los principales logros de la Era Burguesa, fue sobre todo un logro femenino» (Wytold Rybczynski, La casa. Historia de una idea, 1986). Recientemente Beatriz (ahora Paul) Preciado nos habla en su libro Pornotopía (2010) de cómo los espacios público y privado tras la Segunda Guerra Mundial se habrían transformado: «la célula familiar se había visto dislocada por el alistamiento masivo de los hombres en el ejército; las mujeres se habían integrado con mayor fuerza en la vida pública y en el trabajo productivo fuera del espacio doméstico». Uno se dará cuanta hasta dónde llegan el «calor», la «comodidad» y la «distracción» que todo hombre necesita según nuestro querido Ángel del Hogar.
Consideración así del dentro/ consideración del fuera, dos esferas que nos muestran la batalla, la mayor de las batallas: la batalla doméstica infravalorada (re-batalla casi), con pasas incluidas y las pasas qué de infravaloradas (pasadas) en su sola naturaleza (o re-naturaleza)… Imaginar al otro es un espacio (desde luego) para desde el arte retozar sin parar, ponernos sin lugar a dudas, a con-jurar.
Sería gracioso verle saltar el seto para sorprenderte por la puerta de atrás. Eso sí, ha de mantener la cara ante el vecino: «un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer» (el western Three violent people, Rudolph Maté, 1956). Es probable que Vainica Doble estuvieran (y de hecho lo estaban) abocadas dada una época y unos ademanes burgueses (a los que pertenecían con reservas), a este tipo de historias que han ido como dardos lanzando a través de canciones. O mejor, escamoteos de canciones. Nadie apunta a nadie. Recuerdo entonces sus entrevistas en las que hablaban de «pop de mesa camilla», ese pavor a salir en televisión y su constante despedida de disquera en disquera: unas inquietas, sus verdades no tenían hogar. Y la domesticidad es en efecto una invención de la burguesía, la mujer blanca quien se re-apropió: «Si la domesticidad fue, como ha sugerido John Lukacs, uno de los principales logros de la Era Burguesa, fue sobre todo un logro femenino» (Wytold Rybczynski, La casa. Historia de una idea, 1986). Recientemente Beatriz (ahora Paul) Preciado nos habla en su libro Pornotopía (2010) de cómo los espacios público y privado tras la Segunda Guerra Mundial se habrían transformado: «la célula familiar se había visto dislocada por el alistamiento masivo de los hombres en el ejército; las mujeres se habían integrado con mayor fuerza en la vida pública y en el trabajo productivo fuera del espacio doméstico». Uno se dará cuanta hasta dónde llegan el «calor», la «comodidad» y la «distracción» que todo hombre necesita según nuestro querido Ángel del Hogar.
Consideración así del dentro/ consideración del fuera, dos esferas que nos muestran la batalla, la mayor de las batallas: la batalla doméstica infravalorada (re-batalla casi), con pasas incluidas y las pasas qué de infravaloradas (pasadas) en su sola naturaleza (o re-naturaleza)… Imaginar al otro es un espacio (desde luego) para desde el arte retozar sin parar, ponernos sin lugar a dudas, a con-jurar.