1. Introducción y justificación de la temática
La Belleza en Platón ocupa una parte destacada dentro de su Teoría de las Ideas,
con lo cual nos permite abarcar el corazón de su Filosofía, caracterizada por una
búsqueda de la estabilidad y permanencia de las cosas frente a la realidad
cambiante y perecedera del mundo sensible (Fraile, pp. 295-6). Esta posición puede
llevarnos a distinguir entre dos dimensiones: 1) la belleza del alma como
duradera (popularmente ligada al “amor platónico”) y 2) la belleza del cuerpo
como transitoria (p. 318). Una dualidad cuyo mismo objeto es una suerte de
disolución del yo que, en tanto mortales, anhelamos en la reunión con el Otro. A
partir de las lecturas de Fraile y Oñate, señalaremos los Diálogos de Platón
donde la Idea de Belleza adquiere relevancia al abrir una dimensión comunicativa
generadora de comunidad. Más aún hoy en una cultura donde los medios de masas
devienen dispositivos creadores de imaginarios que estetizan la experiencia
intersubjetiva.
2. Desarrollo de los principales
problemas
La Belleza y las Ideas de Amor, Bien y Verdad
Una de las principales aportaciones de El
Banquete es la definición del “objeto del amor como la producción de la
belleza” (206C–207A). Sócrates, aludiendo a su conversación con Diotima,
manifiesta la labor creadora del amor como ímpetu o impulso conducente a la poiesis, producción y reproducción, a la
generación de lo antes no existente. La experiencia de esta poiesis introduce el Aión o instante eterno (Oñate, p. 105)
en la propia cronología, por ello Eros es un intermediario que lleva lo eterno
sagrado al mundo sensible.
La belleza producida (en objetos) o esparcida (en el amado) causa un
despertar, una iluminación, metáfora asociada a las Ideas de Bien y Verdad en
Platón pues la luz alumbra y da realidad, calor, pero también deslumbra y ciega
(Oñate, p. 63). Bien y Verdad que podemos relacionar al arché del fuego en Heráclito en tanto principio legislador y
posibilitante “según medida” (Oñate, p. 338). Bajo estos términos lo bello causa
admiración, puesto que quien lo regenta tiene el “poder” (de alumbrar y deslumbrar),
dice Sócrates (Hipias Mayor, 295e).
El amado, así, cautiva al amante, incluso haciéndole morir por amor. A
propósito, Sócrates hablaba de cómo los animales antes de aparearse incluso se
muestran “enfermizos” (El Banquete, 207
A-D). La cópula acarrea una necesaria lucha, una pérdida o derramamiento que,
acto seguido, “dilata” los cuerpos (206 C–207 A). Causa un excedente, produce.
La Belleza del alma
Pero lo bello no se agota en la apariencia. Si el ser humano se compone de
sentidos y razón, lo bello excede el placer corporal, de ahí que hayamos
hablado del Amor, el cual en Fedro se
asocia también a la belleza del alma, duradera (Fedro, 232 D-233 C), a través del ascetismo, que da alas y
destierra al amante de lo sensible (245 E-246 C). Disuelve su yo en una llamada
a lo dionisíaco. Como el hombre tiende a saber, a indagar, las almas bellas
también nos atraen, y desde el funcionalismo socrático tienden a lo adecuado,
poseen un fin: Pausanias comentaba que era bello que la causa del amor fuese “la
virtud” (El Banquete, 184 E–185 C). Por
esto, si nuestro télos es vivir en
comunidad, tanto la construcción de una relación o familia, como la
“construcción” en sí, de cualquier obra, son bellas por afines a la vida, por “avivar”
cierta continuidad en el ser.
Relatividad y participación
Pero si toda cosa de este mundo puede ser bella es porque debe haber una
entidad mayor o realidad suprema (Fraile, p. 300) con la que participa. En Hipias Mayor queda claro cuando Sócrates
muestra a Hipias que la vista y el oído no son bellos intrínsecamente (si el
placer de la vista fuera bello por radicar en la vista, el del oído no lo sería
al no tener vista), sino que en su diferencia algo comparten para poder ser
calificarlos como tal (299e). Y esa participación tiene una serie de niveles o
grados en función de su cercanía a la Belleza en sí, lo cual podemos equiparar
a los cánones de belleza y los imaginarios de la cultura popular, donde se estetiza
desde el sentimentalismo en términos de completud
(como aquel “te busco en todos y no te encuentro”, del bolero No sé porqué te quiero). Encontramos
cuerpos bellos pero no la Belleza en sí, argumento que refuerza el innatismo de
las Ideas (Fraile, p. 323) y la necesidad de universalizar y abstraer para conocer
(p. 316 y 325), así como el peligro del amor hacia lo corruptible (El Banquete
183D-184A).
El lenguaje.
Si el hombre es un animal racional que precisa entender, anhela saber más, y
el amor es fruto de la unión entre Penía y Poros (esto es, de la indigencia y
la abundancia), su deseo nunca se colma (El
Banquete, 203 A-D). Desea lo que no tiene. El conocer conlleva una síntesis
(Fraile, p. 312), tiende a la simplificación, la articulación y la armonización.
De hecho, si nos diferenciamos por el lenguaje y el lenguaje es articulación, tendemos,
en esencia, al amor en tanto reunión articuladora. Así, aquellos cuerpos o
rostros que nos resultan bellos suelen sernos los más armónicos, los que no
presentan pugna o carencia entre sus partes sino isonomía. Si lo bello se relaciona
con esta vitalidad, preferimos los cuerpos que sugieren fuerza, prosperidad,
fecundidad, que prometen una continuación de la especie (lo cual llevará al
conato en Spinoza o la voluntad de poder en Nietzsche).
La Política
Porque lo bello está inextricablemente unido a la comunidad, es algo que
inmediatamente necesitamos compartir, como ocurre hoy con las instantáneas en
redes sociales. La precipitación que suscita, entonces, es problemática. Fedro decía
que el orador no precisa conocer lo bueno, sino lo aparentemente bueno, pues de
“las verosimilitudes procede la persuasión y no la verdad” (Fedro, 259 E-260 B). Idea aplicable al
mundo-imagen en que vivimos donde los modos de ver influyen en la producción de
lo bello priorizando la belleza física en detrimento de la del alma al requerir
tiempo, un factor opuesto al neoliberalismo actual. Lo bello nos es inevitable,
radica en la mirada y en el ansia de comunicación que nos distingue como
“animales políticos” y pone en reunión la facultad del gusto (la capacidad de
apreciar lo bello). Aunque cada uno lo define a su manera, todos podemos
percibirlo, al igual que con la felicidad, unida a la idea de Bien, como
escribía Aristóteles (Ética a Nicómaco,
1095a). La cuestión estética deriva así en un problema ético acerca de cómo
hacer de la belleza un mecanismo de inclusión y no de mercantilización.
3. Conclusiones
La Belleza es un concepto ligado a las Ideas de Amor, Verdad y Bien. Produce,
provoca un excedente, una inagotabilidad ante lo amado, un anhelo de eternidad y
ruptura del tiempo cronológico mortal en pos de un habitar el Aión o instante eterno. Conduce a un
estado dionisíaco natural pues no somos solo lo apolíneo cotidiano. Pero resulta
acuciante hoy desligar lo bello de lo solo superficialmente estético por fugaz e
ilusorio, para retomar la acepción de esta belleza duradera del alma, al igual
que enfatizar el término Estética como crítica, recluido comúnmente al reino de
la cosmética en tanto ajuste de la mera apariencia (Hipias Mayor, 289d).