Rosa García. Ponla en su sitio. 2016. |
There is no model for how to deal with a model
Rosemarie Trockel
Rosemarie Trockel
«90 60 90 suman 240», poco
más (habría que añadir). Noventa sesenta noventa, comprobamos, cantaba la banda
colombiana Aterciopelados a finales
de los (de nuevo) noventa en un (como no ha de ser otro) sospechoso tono, y de
tono entonación que en virtud de sus escisiones («mira la esencia, no las apariencias»)
y a pesar de sus intenciones, re-vuelve al eterno dualismo
alma y cuerpo para, en el fondo... sólo deberes.
Fuera prospección o proyecto común, más bien apuntando a la tan en boga procrastinación más allá del encuentro (siempre) deseado, no existe modelo para abordar otro
modelo, de hecho… una posible toma de conciencia comienza (o es susceptible de
hacerlo) precisamente a través del «no». «No» que con lo cual y, desde las denominadas
«tres grandes heridas narcisistas» del sujeto moderno (Elisabeth Roudinesco
señala a la tríada Copérnico, Darwin y Freud), se revela en la ausencia de un
original –nos comenta Rosemarie Trockel–, precisamente en su obra desde un
discurso clave en el arte contemporáneo producido intensamente en la década de
los noventa para «el pensarse», pero «el pensarse en» aquello que llamamos movimientos feministas «y desde» multiplicidad
de ópticas (cuando es necesario «citando» los grands recits) a modo de reacción hacia aquellos trabajos aunque pertinentes
hoy eminentemente ilustrativos de varias (incluso demasiadas) generaciones de
artistas concentradas en la «imaginería femenina» que a Lucy R. Lippard interesó.
Considerando la publicidad como «marca de género», en palabras de Juan Vicente Aliaga, pero inserta «en» nuestra cotidianidad (y por tanto en nuestra domesticidad) a través de los media, podemos repensar los códigos establecidos desde un prisma que considero deudor en exceso de estas perspectivas con raigambre en los setenta y que dada su omnipresente citación en muchos casos se pensaría un estilo, un modelo –La propia Lippard habla de la absorción en la «jaula de oro» de aquel arte conceptual más radical–. No (se) para de glorificar un pasado –apunta a ello Eulàlia Valldosera en su trabajo Dependencias (2009)– en tanto que desde el archivo eurocéntrico nuestra cultura lo es constantemente heroicista: el presente apenas en tanto que solo el pasado y el futuro sin más dilaciones en torno al cotidiano. Metáfora de todo hundimiento, vámonos a los mass media: el propio Jack en la superproducción Titanic era emblema de aquel nomadismo (y en este caso) infiltrado en una cena de magnates: «Porque (cada día) cuente».
Considerando la publicidad como «marca de género», en palabras de Juan Vicente Aliaga, pero inserta «en» nuestra cotidianidad (y por tanto en nuestra domesticidad) a través de los media, podemos repensar los códigos establecidos desde un prisma que considero deudor en exceso de estas perspectivas con raigambre en los setenta y que dada su omnipresente citación en muchos casos se pensaría un estilo, un modelo –La propia Lippard habla de la absorción en la «jaula de oro» de aquel arte conceptual más radical–. No (se) para de glorificar un pasado –apunta a ello Eulàlia Valldosera en su trabajo Dependencias (2009)– en tanto que desde el archivo eurocéntrico nuestra cultura lo es constantemente heroicista: el presente apenas en tanto que solo el pasado y el futuro sin más dilaciones en torno al cotidiano. Metáfora de todo hundimiento, vámonos a los mass media: el propio Jack en la superproducción Titanic era emblema de aquel nomadismo (y en este caso) infiltrado en una cena de magnates: «Porque (cada día) cuente».
Una estrategia
pertinente hoy (cada día), más allá de cierta
corporeidad, puede pasar por hallar el sujeto político de ese
feminismo que nos interesa a quienes nos sentimos comprometidos o responsables
de nuestra contemporaneidad o en nuestro trabajo dentro de las estructuras
simbólicas e imaginarias de la cultura actual, y ese sujeto (precisamente
ahora) para Paul B. Preciado sería la «ficción política» que entendemos por hombre, a lo cual se refiere de manera intensa en su estudio Pornotopía: Arquitectura y sexualidad en
«Playboy» durante la guerra fría (2010).
Fijismos aparte, propongo una lectura de la exposición 90%60%90% más allá de la «denuncia corporal» del canon (y no cánones) y sus procesos fisiológicos para ironizar en torno a cómo nuestra cultura (entendida como «prácticas del lugar» para volver a Lippard) crea dispositivos de inscripción o pertenencia y por tanto de «verdad» (en el sentido foucaultiano) debido al pavor del inminente intercambio simbólico que allá a cada instante nos apela (casa, transporte, trabajo; trabajo, transporte, casa), pero nos apela para un rechazo y que sólo lo será bajo la condición tranquilizadora del pagar por ello y con ello (valga la...) inscribirse en: condición de cliente, forma de relación (Vicente Verdú). En-torno a este particular a la obra de León Siminiani, El permiso (ver vídeo) ironiza esta forma de relación supeditada a la superestructura.
Propongo a través de este texto y una acción inaugural romper con el continuum crítica-representación-cuerpo-femenino más allá de la firme denuncia y evocar y convocar a la percepción enraizada por tanto con las cuestiones del día a día –de tan rutinarias invisibles por otro lado: acciones, momentos, encuentros–, los combates cotidianos que en el fondo van pautando el pensarse a sí mismo (con sus medidas específicas) para huir del «eterno femenino» y con él cierta «tiranía del signo» que en definitiva acaban impugnando el germen crítico de trabajos que tratan temas relacionados con la publicidad y los feminismos.
Vistas de la exposición con las obras de Andy Sketch, Colectivo Wof, Ana Fernández, Colectivo Sexo-Género, Nerea Martínez, Francisco Holgado, Patricia de Ángel, Rosa García y José Luis Panea. Imágenes de Rosa García y Víctor Turégano.
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